Ya está bien de fingir. Salgamos del armario, amigas. Digamos alto y claro que nosotras intentamos ser madres competentes, pero no nos sale. Que luchamos contra la logística cada día, y acabamos con el moflete en la lona. Que nos gustaría que los demás creyeran que tenemos la situación controlada, pero la situación tiene la mala costumbre de acercarse, levantar la patita y mearnos encima. Empiezo yo, abro el armario y salto.
-Yo he corrido a un chino in extremis para comprar toallitas que no tenía una vez más y al ir a cambiar a mi niño me he dado cuenta de que eran toallitas desmaquillantes.
-Yo he dejado sin desayunar a 18 niños la tercera semana de colegio porque no me había enterado bien de lo de los desayunos colectivos.
-Yo no encontraba nunca el paracetamol y la jeringuilla a la vez, y ahora tengo una bajo custodia, que solo mi pareja sabe donde está, por si las moscas.
-Yo si ambos calcetines tienen rayas y lunares (sin entrar en minucias de formas y colores), me doy por satisfecha.
-Yo utilizo claves mnemotécnicas inconfesables para acordarme de los nombres de los niños de la piscina.
-Yo he pagado audioguías en museos sólo para tener minutos de calma mientras mi niño le quita y le pone las pilas.
-Yo he hecho papillas de cereales que, cuando se secaban, no las quitabas del bol ni con KH7.
-Yo no fui a una fiesta de la guarde porque era a las doce del mediodía de un viernes laborable y pensé que no iba a ir nadie, y luego estaban allí los padres de todos los niños y hasta algunos parientes sin línea directa de consanguinidad.
-Yo tengo un niño que antes de salir de casa me pregunta si llevo las llaves y el móvil, y me ruega que no pegue a las columnas del garaje.
-Yo hice una check list para bajar con dignidad y sin olvidos a la piscina de la urba y acabé buscando la check list.
-Yo tiré una estantería de adornos de Navidad en el Corte Inglés cuando Hernán era bebé, rompí cinco y le puse una bola despachurrada entre las manos mientras le echaba la bronca en voz muy alta.
-Yo olvidé un pantalón de recambio una mañana de aperitivo, y cuando se manchó hasta las orejas de caca, lo lavé en el lavabo de un bar, le hice un pantalón con mi foulard y ahí estuvo comiendo aceitunas cual mogli.
-Yo tuve una época que, en cuanto entraba en la farmacia, la chica me ponía un chupete nuevo.
-Yo tenía la mala costumbre de dejarle a mi niño los termómetros (porque era lo único que lo tenía un rato callado) y en las madrugadas de fiebre organizábamos siempre un safari precioso en busca de uno con pilas.
-Yo paseé a mi niño con dos meses por todo el barrio de la Viña de Cadiz con un pijama del monstruo de las galletas (creía que era un trajecito fresquito) para regocijo y cachondeo del vecindario.
-Yo inventé el juego de «una canción tú y una yo» para descansar de Don Pepito y ahora tengo un niño que me pide a Nacho Vegas.
-Yo un domingo me aventuré a ir a la piscina de invierno con Hernán y al llegar me di cuenta de que solo tenía un pañal de agua pequeño. Y entonces inventé la compresa para peques (un día de estos la patento).
-Yo en un momento de pánico le puse a Hernán los calcetines de ganchillo que llevaba la pepona que usé para las clases de porteo.
Y vosotr@s , amigas, despistadas con prole y sin kleenex en el bolso, robadoras de toallitas, sprinters detrás del autobús escolar en las excursiones, sin nada que merendar a la hora de la merienda, sin botella de agua cuando hay sed, y, por supuesto, sin botiquín portátil. Probablemente, por puro contraste, nuestros hijos saldrán ordenados, lógicos y meticulosos. Lo estamos haciendo por ellos. No sufráis más, salid y contarlo. El primer paso es reconocerlo.